3.09.2009

Memoria


MEMORIA

Lo memoria se hunde en el velo del día roto,
en la hoja caduca que fenece en el olvidadizo jardín,
en el insomnio frenético del arco iris quebrantado
en el anochecer inculto del triste danzarín.

El murmullo y la cantinela de una estación desatendida
se apagan en la noche de su sempiterno trajín
que no quiere agonizar en el fondo de una remembranza
o en oscuro, añejo y polvoriento cajetín.

El recuerdo de la gloria pasada, del pacto perdido
escuchando en las acequias el lloro de un violín,
dilata los sueños, la memoria, las palabras del olvido,
acariciando unas medias o unas enaguas de satín.

Sobre las alas de un cuervo tuerto, tránsfuga la ilusión
y sobre un pensamiento analógico, toma el vuelo el ínterin
que no recuerda nada de su vida, de sus hijos, ni de san Quintín.
No hay recuerdos buenos ni malos, solo por las dos partes: tensión

No hay memoria, se nos hace creer que nacimos ayer,
que no tenemos raíces... familia, que no existe el deber.
¿Y estos ejércitos de miradas sin ojos, de manos sin Chopín
porqué no gritan que son las sufridas sombras del festín?


La olla que no se destapa acaba explosionando con talante ruin
y reventando el pasado resguardado a la sombra de la ignorancia,
salpica las murallas mustias del extinguido extravío del fin
con una melaza glauca e infecunda de fusionada amnesia.

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