3.08.2011

8 de marzo 2011 Mujeres



La bailaora

Una guitarra llora en la sierra de Ronda

y su quejido hondo se enclava

en las grutas del balcón del Tajo.

En la plaza de la vida y de la muerte,

baila una gitana vestida de fuego y de lunares,

acariciada por una noche

llena de estrellas y de luna escarchada.

Cuando los cuchillos se cruzan

en el espesor de la materia carmesí,

la arena henchida de sangre espera

con un suspiro el último duelo.

La luna de escarcha roza el pelo negro de la bailaora

que coquetea con las miradas impúdicas.

Mujer “endemoniá” que enajena al torero solitario.


Harmonie











UN VELO NEGRO

Un velo negro

encierra su rostro apagado.

Su mirada prieta

se pierde en el claro oscuro del anochecer.

Sus ojos abatidos

están secos de tanto llorar.

Las lágrimas punzantes

surcan aún más su rostro agrietado.

Sus manos rasposas,

como la arena del desierto,

acarician al único hijo que le queda.

Sin él, se dejaría morir de dolor

bajo las bombas asesinas

que aniquilan a niños, hombres, mujeres.

La memoria se pierde

entre los estallidos de la riña

mientras las estampidas de los proyectiles

desgarran el cielo turbio del anochecer

y el alma de la madre sin rostro.

Harmonie








MADRE, TE ODIO

Tu aliento de matrona podrida me envenena,

tus ojos malignos de matriarca derribada

por los otoños traicioneros me aniquilan

y en un deshilachado manto me rodean.

Eres mi penal, mi condena por haber nacido,

de tu nauseabundo vientre perjuro y pestífero,

de tu vientre que quiere engullirme, devorarme

para destruirme y proclamar que sólo suyo tuyo,

y que tú seguirás siendo la soberana que gobierna,

que regenta el destino del malogrado hijo deslucido
.
Me acorralas, me asedias, me asechas y me fustigas

con tus miradas vacías, tus suspiros ahogados,

tus reproches silentes y tu vida

que se muere de desamor.

Muérete del trance de los hastíos,

de los que no vivieron su vida,

de los que sólo trabajaron para los suyos, arrodillados

en la tierra infecunda de esta vida de perros.

Muérete ya de una vez y déjame fenecer a mi gusto

entre porros, litronas y anfetas,

tirado por el suelo mugriento

de las avenidas mortuorias de nuestros últimos ahogos
.
Déjame madre,

ya encontraré el camino que me lleve al infierno,

como todos los que conozco, todos los que fumaron,

bebieron, pegaron, robaron y mataron.


Madre, márchate,

no me esperes,

te odio.

Destruiste mi vida

y te premian con el cielo azulenco y translucido.

Muérete antes de que mi odio

te crucifique por última vez,

antes que mi rabia contenida coja este cuchillo y te raje.

Pero, madre, márchate y muérete.

Cierra las puertas celestiales del amor,

del perdón y de la vida.

Ahí nadie me espera.

Madre no me mires más

que las calderas del infierno me aguardan.

No entres conmigo, madre.

Esta puerta es la de los mal nacidos.

No entres, madre, te harían daño, te harían sufrir,

tú que sólo supiste dar amor, besos y caricias.

No entres mama... te quiero.


Harmonie






ME VESTÍ DE LLUVIA Y DE MAR

Me vestí de lluvia y de mar,

me engalané de mirra y jazmín,

me oculté detrás de la quimera del tiempo.

Del infinito y del ensueño hice un manto

que escondiera mis pensamientos.

Me vestí de lluvia y de mar

disimulando mis sentimientos

y a hurtadillas entré en el vergel de tu corazón.

Sorbito a sorbito bebí el néctar de tu amor.


Despierta mi amor, ebrios de tu esencia

mis ojos afligidos buscan tus miradas abrasadas,

tus labios encendidos y tus manos ardientes.

Más el arpa de tu cuerpo dolido

se pierde en unos meandros,

meandros incógnitos que turban tu mente.

Recuerda que me vestí de lluvia y de mar,

me engalané de mirra y jazmín

para que descansaras tu pena

sobre el jardín de mi seno.


Harmonie







LA PIRÁMIDE DE MAYO

“Treinta años de vida venciendo a la muerte”,

treinta años dándole vueltas a la pirámide.

Todos los jueves de mi pobre y oscura vida

aquí estoy, luchando contra la guerra sucia,

rezando para que me devuelvan a mis hijos.


Aquí estoy rodeada de otras madres:

cabezas blancas, desdichadas mujeres sin esperanza.

Miradas turbias perdidas en el ayer y en el mañana

esperando una respuesta del silencio, de la ausencia,

fanales ensombrecidos

que mantienen vivos en el recuerdo

a treinta mil almas desaparecidas

en el pozo de la tiranía.

Sueños de sangre envuelven nuestro corazón.

Treinta años de vida venciendo a la muerte,

y somos milicia sin fusiles, tropa sin uniforme,

ejército blanco de la ausencia que resucita la memoria.

Somos las madres de la Plaza de Mayo,

somos las madres universales

las que paren, amamantan con leche agria

a estos hijos que ya están predestinados a la muerte.


Harmonie









MIRADA

El burka esconde su mirada y su alma.

Su vida sumisa se arrastra como un sollozo

y el dolor silencioso agrieta su corazón abatido.

Nadie la ve. Nadie la oye.

Es un fantasma que pasa por la calle,

huyendo como el ayer y el mañana.

Su sufrimiento no existe para los demás.

Es un alma derrotada que va muriendo hacia el infierno.

Harmonie







PUTA

Puta. Me llaman Puta

y nací virgen, incauta y sensible.

Mis auroras eran primaveras,

mi vida era dura pero honesta.

El hambre me expulsó de mi tierra

y llegué a un mundo llamado paraíso.

Paraíso para los demás, no para mí.

La hambruna se apoderó de mi alma

y marcó con un látigo a mis hijos indefensos.

La calle, la calle fue la única solución.



Destellos rojizos y plateados

engalanaron mi cuerpo flácido.

Mis ojos vacíos se adornaron

de tonos agresivos y hechiceros

que escondieron la amargura de mi mirada.



Soy mujer de la noche.

Mis labios incandescentes y bermejos

llaman al cliente furtivo.

Mis manos afiladas, de uñas carmesí

acarician la espalda de los transeúntes

mi yo artificial sucumbe con repulsión

al fervor asqueroso de la bestia en celo.


Cuerpo y alma lacerados, violados,

heridos y explotados.

Este es mi destino.

Destino de puta.

Harmonie




CHANEL NÚMERO 5

Un pergamino diáfano, con reflejos de mercurio,

ciñe tu cuerpo inseguro, tambaleante y postizo.

Carmín, fuego agresivo, garras de esmalte rubí

adornan el acabado de tus indolentes manos mártires.

Un eye-liner rectilíneo enmarca

el precipicio insondable de tus dilatados

y tumefactos fanales sombríos.

Un aroma falso de Chanel número cinco

embalsama tu cuerpo

y unos tacones erizados te ayudan

a subyugar tu peregrinación traidora.

Enmascarada de mujer soberana, potente y rica

deambulas como una alma sin fuerza

por la existencia con tu padecimiento interior,

anhelando que la vida te regale

el albor de la esencia vital.

Vergüenza y miedo son el pan de cada día,

vergüenza y miedo te impiden gritar al mundo

que eres una mujer mortificada,

que eres una mujer maltratada.

Harmonie






CENICIENTA

Cenicienta grisácea

que llora cerca de la lumbre ahogada,

recuerda el ayer sofocado,

evoca las palabras y los gestos del cariño,

rememora las cálidas sonrisas de la pasión,

las miradas incandescentes,

la fogosidad de ese amor pasado.

El amor, al igual que tú,

tiene arrugas en el rostro y en el corazón,

le duelen las piernas, las manos, el alma y la vida,

no distingue en este almanaque amarillento

el hoy del ayer,

el ayer del mañana,

sus días están hechos de momentos huecos y deslucidos,

de frases sin sentido,

de vocablos que se repiten para rellenar el vacío.

Amor, amor...

¿Cuándo se desvaneció el amor?

¿Cuándo se extraviaron las caricias?

Cenicienta ya no recuerda.

Se pierde en ese pasado reciente,

se revuelve afligida

en la materia opaca de la indiferencia,

en el lodo gris de la indolencia,

en el barro pardo de la desgana.

El espejo mágico

refleja el rostro pálido de la princesa para recordarle

que ya no tiene veinte años,

y que nacieron las primeras canas,

que los sueños hechiceros tienen un fin,

que los príncipes se cansan de las bellas damas,

de sus ideales, y de su conversación,

que hoy sus miradas mudas y desiertas

se extinguen en la pantalla de un televisor,

en un vaso de whisky barato

o en la carrocería de un Laguna último modelo

y que el amor fue sólo un espejismo

que duró el tiempo de un cuento de hadas.

Cenicienta, ya no eres princesa...

No te duermas, despierta. Ya no eres princesa...

Pero puedes ser reina. Despierta...

La corona te espera.


Harmonie








Respuesta a Miguel

En nuestra tierra ahogada de sangre y odio,

en los surcos recónditos de nuestras vidas dolidas,

busco la caricia de tus labios, la sonrisa de tu mirada,

persigo la suavidad de tu cuerpo amante y amado.



En nuestra tierra que llenaste de simiente

me tumbo y lloro por no oír

los estallidos de la contienda,

por no ver los desgarros sangrientos de la triste noche,

por no oler los efluvios pestíferos de la muerte.


En nuestra tierra
que vio como concebimos a nuestro hijo

dejo caer las lágrimas punzantes de la desesperanza,

rasco con mis uñas rotas

la tierra que encubre las semillas,

ensucio mis manos con el lodo inmundo de la guerra.



En nuestra tierra envenenada por el odio,

yo, la esposa del soldado, espero tu retorno

espero que veas nacer el fruto de mis entrañas,

espero que regales la paz a nuestro hijo.

Harmonie



Y ME DESNUDO LENTAMENTE

Y me desnudo lentamente delante del espejo traidor.

Mis piernas

engalanadas de sinuosas varices añiles

y de nubecitas foscas

sostienen un raudal de carnes grasientas,

que luchan año tras año contra el sobrepeso,

los dolores, los regímenes milagrosos

y los consejos de los médicos.

Mi cuerpo asqueado

por las dietas nacidas de la quimera,

la vida sana, el deporte moderado, la vida sin humo,

aguanta las miradas

inquisitorias de la familia y de los amigos

que no entienden que una mujer que fue bella y delgada

se transforme poco a poco

en un cúmulo de carnes flácidas.

Y me sigo desnudando lentamente

delante del espejo traidor,

y veo mi mano atrofiada

que se balancea como una tonta

a lo largo de mi cuerpo, de mi cuerpo de mujer madura,

y distingo esa barriga, que alojó tantos embarazos,

esconderse con vergüenza detrás de la otra mano

que poco le falta

para seguir el camino de su compañera.

Y miro hacia abajo y oigo a mis pies casi perfectos

lamentarse de padecimiento y poca comprensión.

¿ Nadie aliviará su dolor?


Que se fastidien,

otras partes del cuerpo sufren y no se quejan.

Y cuando me fijo hacia arriba,

mis ojos deformados y nebulosos

me recuerdan a través de unos nimbos foscos

que la vida pasa,

pasa sin reparar en los estropicios que causa,

pasa con demasiada premura, pasa sin vuelta atrás.

Y me sigo desnudando lentamente

delante del espejo traidor,

y percibo que lo único que me queda son mis neuronas,

más valiosas que un ejército de cuerpos de top-models,

mi amor hacia todos los que me rodean

y siempre el grito de la vida y de la libertad,

albergado en mis senos cansados y flácidos.


Harmonie Botella Chaves.


Del poemario : Y me denudo lentamente. Harmonie Botella. Editorial : Taller del poeta

3.06.2011

Las gatas de Rodas de Amparo Peris, el 25 de Marzo en El Campello




LAS GATAS DE RODAS DE AMPARO PERIS
POR PEDRO GARCÍA CUETO
Amparo Peris es una prestigiosa escritora y poeta valenciana, cuya larga trayectoria tuvo su origen en el mundo poético en 1995 con la publicación de su libro Sensaciones, a los que han seguido otros títulos, ya en prosa como Espejismos o Cartas desde el andén.
En definitiva, nos hallamos ante una escritora que ha dejado muy clara su pasión por la lectura y la escritura, una mujer esencialmente mediterránea, ya que lleva el olor de la sal de su tierra y la brisa que acompaña el espacio levantino.
Su último libro, Las Gatas de Rodas aúllan a la luna, es especialmente intenso, lleno de color, de sensualidad y de claros matices levantinos.
El primer poema dedicado a su padre recobra la idea medieval del ubi sunt, ese deseo del reencuentro, la necesidad de volver a sentir la presencia de la persona amada y admirada. Su padre es “melodía de la infancia en mi corazón apagado” (v. 6), lo que nos recuerda a la música de Bécquer, con la que alumbra su primera rima, ese deseo de expresar lo máximo a través de la armonía de la música.
Tal es el destello de luz del padre que lo imagina en la playa, lugar edénico, como lo es Elca para Francisco Brines: “¿Qué playa lo albergará, tumbado al sol sobre la arena?” (v. 8). El deseo de volver a verlo está en el poema, porque el padre tiene “ojos de miel”, “voz sonriente”, ha sido un “querubín demasiado bello”.
El poema nos emociona, nos hace desear el reencuentro, lamentar, hasta el tuétano, la pérdida del ser querido, del eslabón que une a la poeta valenciana a su pasado inmediato. La imagen de la calavera nos recuerda a Hamlet mirando a Yorick, como si el tiempo fuese un tren que pasa una vez y que, tras su violento transcurrir, sólo deja desolación: “¡Oh, calavera vacía! Despierta y háblame ¡otra vez!” (v. 21).
Pero lo más hermoso de todo el poema es la vuelta a la niñez, tiempo de felicidad y de inocencia, espacio vetado a la muerte, a nuestra caducidad, por ello, Amparo Peris le pide que vuelva y le narre un cuento: “Mi padre regresa cada noche y me cuenta un cuento” (v. 23).
Dedicado a la madre, en el último verso, nos conduce al mejor de los afectos, a la incomprensión de la muerte, a la pasión más absoluta por la vida.
Con este comienzo, el libro se articula en varios apartados, si en el primero viene encabezado por el poema “Todas las noches leo a Virginia Woolf”, el segundo se llama Los Homenajes, título que me recuerda al que Juan Gil-Albert puso en uno de sus libros, para terminar con el que da título al libro: “Las Gatas de Rodas aúllan a la luna”.
En el primer grupo de poemas sobrevuela la idea del suicidio, no en vano así fue el final de Virginia Woolf, dice así la poeta valenciana: “Todas las noches leo a Virginia Woolf, / cada línea es como mis venas cortadas” (vv. 1-2).
1
La idea del sueño ante la lectura de la escritora admirada la va llevando al mar, lo que incide en su espacio levantino, pero también a la imaginación, cuando sale, como si de un cuento infantil se tratase, volando por la ventana, desapareciendo en los besos fervientes del amado: “Todas las noches me caigo / por la ventana de los sueños / y vuelo por los tejados / hasta el precipicio de largos besos” (vv. 20-23).
Se repite en otro poema la idea del mar como lugar de ensoñación, mítico, telúrico: “Queda lejos el mar plateado / te asomas a la reja de la ventana / ves la playa desde la habitación / desde un lenguaje sin palabras” (vv. 1-4). Esa idea del goce sensual frente a la playa, la imagen de ella sobre la arena, pero la decepción, el fracaso del amor: “No crees que sea yo / porque me habías dado tu ternura / tus caricias, / tus mentiras ¡tanto amor!” (vv. 8-11).
Tras el lenguaje de la sensualidad, tras la entrega, queda un resquicio para el desencanto, como si cualquier aventura fuese el precipicio de una pérdida, de la desolación de la infancia y la entrada en el mundo adulto, con sus luces y sombras.
Hay otros poema donde la poeta valenciana demuestra su afecto y su ternura, la enorme sensualidad de su lenguaje poético. Las imágenes se impregnan de color: “Mil voces llenan mi cuerpo / pétalos rojos me adornan / el futuro recorre mis venas, / un silencio me despierta / tu ausencia” (vv. 1-5). Los pétalos rojos, ¿no son acaso la imagen de la sangre que recorre la inmensa ternura de la mujer que ha perdido el amor? ¿no nos invoca a la imagen de las venas cortadas por la pasión?
En el apartado dedicado a Los Homenajes, me gusta mucho el poema dedicado a Rosario Raro, está impregnado por la admiración y por la sensualidad mediterránea, parece un lienzo, sobre todo cuando dice: “Eres lienzo y poema. / Mujer y belleza en ti son lo mismo” (vv 2-3). Si la ha encontrado entre libros, refuerza aún más la idea clave de este poemario, el amor por la literatura y por la vida, la capacidad de soñar, la reivindicación de la infancia como edén perdido para siempre, sólo recobrado a través del sueño y de los libros o, como ya dije, en la figura del padre que vuelve.
En el poema dedicado a Ricardo Rojas, la escritora valenciana conjuga la fusión de dos seres en versos inolvidables: “Y entonces acaricio tu ternura / la antesala del amor, la luz de la noche” (vv. 4.5). Me gusta también la referencia al mundo de los cuentos, al de Peter Pan y al de Alicia en el País de las maravillas, cuando dice: “Y entonces regreso a nunca jamás / atravesando el espejo, / me hago grande como un árbol / me siento pequeña como el sol / me pierdo dentro de ti”. (vv. 12-16).
Todo es imaginación, proyección de un mundo no real, donde la escritora valenciana puede explayar toda su ternura y su sensualidad.
Muy hermosos son los poemas dedicados a Joaquín Benito de Lucas y a Pedro de la Peña, dos grandes poetas, a los que Amparo brinda su sincera amistad. En el que le dedica a de la Peña no es casual que haga referencia al verbo “cabalgar”, tal es la pasión del poeta de Reinosa por los caballos: “Cabalgamos juntos atravesando los versos / en una noche de plata / hasta Cólquida llegamos, / y tus labios sellaron ese encuentro / con relatos de tus viajes habitando de risas mi pupila” (vv. 5-9).
2
Muy cierto, porque quien conozca la humanidad de de la Peña, también sabe que es un excelente orador, un hombre de gran cultura y extremadamente vivo a la hora de revivir su pasión viajera, llena de anécdotas y aventuras.
Como si el amigo fuese el creador del lenguaje, el poema termina diciendo: “En algún paisaje cercano, / en la calle de tu poeta preferido, / le has puesto nombre a las cosas” (vv. 19-21).
Para no extenderme demasiado en un libro que merece más lecturas, comento un poema del último apartado dedicado a las gatas de Rodas, simbiosis de figuras que aúllan a la luna, por ser ancestrales, por llevar implícitas la femineidad de ese animal fascinante que es el gato.
Dice así: “Piedras legendarias, muros imposibles. / Arqueados techos sujetando el mundo / bajo un cielo azul, verde, malva, violeta / donde la angustia humana pervive / clavada en la mirada de un mundo griego” (vv. 1-5). Asistimos al mundo antiguo, que se mantiene, un mundo que cambia de color, donde el ser humana perece frente al hermoso espectáculo de lo que no ha de morir.
La imagen del niño griego nos devuelve a la infancia, que es, sin duda, el espacio preferido de Amparo Peris, espacio no mancillado por la culpa de la vida adulta, por la imagen presente de nuestra caducidad.
Termina el poema, con la desolación que deja un mundo lejos del nuestro, donde aún vive la miseria: “Incansables ojos que piden una limosna / al turista inmune que contempla las Ruinas / en la Ciudad Vieja de Rodas” (vv. 6-8).
La pregunta queda en el aire: ¿dónde está la ruina, en el ser humano “inmune” que no mira al niño o en el paisaje que envejece progresivamente sin morir nunca?
Felicito a Amparo Peris por este libro, hecho de sensualidad, con el aroma de la buena poesía, clásica en el sentido de que el lenguaje no necesita paradojas (como en otros poetas celebrados contemporáneos) para que veamos el amor, la pasión, el deseo y los temas que sustentan nuestra vida, temas de siempre que en el limpio lenguaje de la escritora valenciana nos seducen hasta adormecernos como en los sueños o en los cuentos infantiles, paisajes que son necesarios para seguir viviendo, con los libros como compañeros esenciales, por supuesto.
La vida (el placer de los cuerpos, los momentos de felicidad, la dicha fugaz, el posterior desencanto) se conjuga en este libro, con especial maestría, con el mundo de los libros (la referencia a escritoras que dejaron su piel en sus novelas, Virginia Woolf, Sylvia Plath, entre otras, y el mundo de los cuentos, siempre necesario para no perder la fantasía de la niñez) logrando su cénit en el viaje a Rodas, lugar fascinante que conjuga la historia con los sueños para nuestra escritora valenciana.

Pedro García Cueto
27-8-2010

3.05.2011

ANDALUCIA




Gemido de una guitarra afligida

suspiro de un abanico de seda

en la orilla de un río

orlado de olivos dolidos y mudos.

Llanto de una melodía

que se confunde con los lirios blancos

de un amanecer quebrantado.

Viento que desgarra el silencio

de una tierra ciega y estéril,

sofoca los candiles que agonizan

en los ojos vacíos del calvario.

Pueblo que sofoca en su crepúsculo,

que se aferra a sus rejas, a sus faroles

y teme el puñal insidioso

de la muerte que cala la aldea, roza los olivares.

Cuchillos taciturnos de plata blanca,

de sangre negra en el pecho del gitano.

Grito ahogado de las azaleas,

sombras negras de las viudas,

cuevas blancas y frías

que despiertan su luto al alba.

Saetas, muerte, azahar, Andalucía.

Harmonie Botella