Centelleos de primavera entre flores,
verduras, tenderos y estallidos
se disolvieron bajo las bombas y pesares.
Guiños aduladores y castos
resistiéndose a la metralla homicida
se transformaron en muecas de dolor insolentes.
Noventa verdugos ennegrecidos
sobre los colores irisados y resplandecientes
con los estruendos sordos y asesinos
licuaron la sangre de los inocentes.
Trescientos albores se desvanecieron
en los relámpagos de una oscuridad tétrica
que los malditos pájaros del odio profirieron.
Trescientos candiles se apagaron
cuando las sirenas de Alicante
como desquiciadas a la muerte aullaron.
Harmonie
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