3.31.2008

Cultura y Censura. Harmonie Botella

CULTURA Y CENSURA
La Cultura es según el sociólogo Norbert Elías una socialización de las pulsiones, ya que el ser humano transmite al entorno su educación y sus quehaceres a través de unos códigos que son el arte, la literatura, la música, la poesía... Esta transmisión libre, que permite una discusión y una interacción de ideas con el universo, no obedece a unos imperativos de sobre vivencia sino al cultivo y abono desinteresado de un suelo infértil que no hubiera producido nada por si sólo.
Cada grupo, cada etnia, cada país..., tiene una cultura diferente a la de su colindante sin que haya que juzgar estos conocimientos como bárbaros por ser disímiles. Esta cultura es un compendio, escribe Antoine de Saint-Exupéry de creencias, de costumbres. El etnocentrismo más fuerte y más destructivo de ciertas castas empuja a los ignorantes de la cultura a desprestigiar y castigar lo que no se les asemeja ya que todo lo que es desigual no tiene valor y no tiene porque florecer.
La libertad de expresión, o libertad fundamental de la humanidad, garantizada por todas las democracias europeas, avala a la humanidad el eximido testimonio de sus opiniones y todos los elementos que componen su cultura, mientras respete el albedrío y la independencia de los demás hombres no haciendo apología del nazismo, del fascismo, de la difamación o de la negación de la religión.
El Consejo Europeo, en el artículo 10 de la convención de los derechos humanos (1950), dictamina que todas las personas tienen el derecho de comunicar y recibir ideas sin que ningún organismo oficial intervenga en esta difusión.
El 21 de Enero de 1999, la Corte Europea de derechos humanos, confirma la libertad de expresión para opiniones que pudieran impresionar o disgustar con el fin de favorecer la tolerancia y la apertura de la mente. El control o supresión de esta libertad es el signo más relevante de los regímenes absolutos.
La UNESCO apoya estas medidas y favorece la difusión de la pluralidad de opiniones. El deber de los países democráticos es por lo tanto la de mermar los problemas internos ya que un gobierno no tiene porque protegerse contra su población sino contra el “enemigo externo”. Cuando los estamentos oficiales se defienden contra su pueblo y le imponen la ley del silencio, no responden a las reivindicaciones fundamentales de los individuos a los cuales debe ofrecer todos los medios garantizados por la UNESCO y La Corte Europea.
La discusión, el debate benefician el conocimiento y el acercamiento de las ideas; la transparencia es la base de los gobiernos democráticos. La censura institucional de la cultura, de la libertad de expresión es una restricción ilegal y dogmática de la independencia del ser humano.
La intolerancia respalda los temas tabúes y la autocensura por temor a las represalias que algunos aceptan por aprensión material o por no enfrentarse contra el orden que justifica su bienestar prosaico. Esta censura política, considerada a veces como normal por una parte de la ciudadanía, es el arma favorita de los poderes para conservar sus dominios adquiridos.
El poderío de los censuradores acaba como un boomerang ya que su detracción se vuelve en contra de sí mismos haciendo más atractivos lo prohibido y sino... recuerden a los 260 espectadores que asistieron al recital multimedia, en principio, vetado, sobre la magia de Oriente.
La censura acaba dando publicidad a lo prohibido y despertando el interés del público hacia lo que el poder quiso ocultar.
Harmonie Botella.

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