7.30.2015
EMIGRANTE
Una macuto estropeado debajo de la cama.
Una maleta color del tiempo deslucido, de los días apagados, de las horas sin vida.
Un macuto con olor a rancio, a humedad, a recuerdos mustios, a pasado añejo.
Y él .Él. El otro. Él que no sabe de dónde es ni a donde va.
Él que no tiene la piel blanca, él que no tiene el pelo liso, y habla otro idioma,
él que no reza porque ya no sabe en qué creer.
Él. No es él. Es un ser que viene de la hambruna
y se dirige hacia la nada de los países modernos
donde el hombre es hombre si alcanza el éxito material.
Emigrante, balsero, patero. ¡Qué importa!
Venga de donde venga es carne de cañón.
Lo juzgan como el culpable de los males del país, de la delincuencia, de las mafias.
Cuando los demás tienen miedo le achacan la alta tasa de paro, la delincuencia, la inflación.
Si la nación está en bancarrota, él es el malhechor.
Sobrevive en guetos dónde le relegan porque no tiene suficiente dinero
para pagarse un alquiler y dar de comer a los suyos.
Le acusan de ser un paria, un maleante que te plantará un cuchillo en la próxima esquina.
Que no le den contrato basura y le paguen como a los blancos,
vivirá en una casa decente con sus hijos que vestirá de punta en blanco
en vez de esperar la santísima caridad.
Tiene pavor a que le pongan una estrella en el pecho, una estrella negra,
para distinguirle de los buenos, de los puros,
de los que le tienen miedo cuando ya no tienen argumentos.
Le causa espanto esta ola de antipatía, odio, patriotería y xenofobia que ruge sobre la mar sangrienta.
Pavor despierta en su alma de extranjero estas ondas encrestadas de fanatismo
y discriminación que le condenan por ser diferente.
Su piel oscura es la osadía que Dios o el diablo le han dejado como huella
para que todos crean que él es el responsable de la decadencia de un país
que pierde sus valores, como otros pierden su vida saltando vallas electrificadas,
cruzando mares asesinos.
La muerte embalsama su vida.
Antes, mientras y después le acecha para llevárselo en un santiamén
hacia un país donde ya no será el otro.
Harmonie Botella
7.27.2015
Los girasoles
- Si Señora. La Señora tiene razón. Que me disculpe la Señora.
Enriqueta deja de disculparte y atiende un poco más lo que te digo. Llevo tres años repitiéndote lo mismo. Al señoriíto no le gustan las tostadas con este aceite que nos trae de tu pueblo. Ya te dije que lo dejaras para freír. Otra cosa, cuando le abras las cortinas por las mañanas no entre canturreando y gritando que el sol salió hace horas. Al señoriíto no le complace tanto barullo, sé más discreta. Retírate enseguida y no le pregunte si ha dormido bien o como se encuentra, ya sabe que tan temprano no tiene ganas de hablar...
- Si Señora. La Señora tiene razón. Que me disculpe la Señora.
- Enriqueta, te lo suplico, cambia tus respuestas. Pareces un disco rayado.
- Si Señora. La Señora...
- Basta, Enriqueta. Estoy cansada de oírte. Cierra la boca de una vez y empieza con la faena. Esta mañana me limpias la cristalería y la cubertería con este producto que compraste hace poco. Pero ponte en el patio, ese liquido es tan fuerte, que me asfixio y además ya sabes que mis hijos después se pasan el día tosiendo por la dichosa química que llevan estas soluciones de limpieza. Si hace demasiado frío en el patio ponte un poncho de lana. Cuando hayas acabado, colocas dos o tres botellas de butano en la cristalera para que no nos quedemos sin calefacción a lo largo del día. Y después te pones a preparar la comida del mediodía, que hoy vienen todos a comer. Y date prisa, Santo Dios, que no te mueves ni a la de tres. Ya me llevas frita con tus ojos agachados y perdidos en no sé que. No entiendo como pudimos acogerte a nuestro servicio con lo lenta que eres.
_Si Señora. La Señora...
_Por la Virgen Santísima cállate ya y trabaja!”
Claro que Enriqueta se va a callar y trabajar. Jornada de doce horas, días nublados y gélidos. Sólo puede trabajar y recordar en un momento de respiro los campos de girasoles que ondulan con la caricia de la brisa mañanera, los amaneceres que inundan las praderas, la cantinela de las avecillas que se pelean las semillas esparcidas por la tierra ocre.
La tierra ocre, los girasoles no dan de comer para todos. Los que tienen alguna posibilidad huyen como ella hacia las grandes ciudades donde les espera un abanico de perspectivas nuevas para empezar una vida diferente, mandar dinero a los suyos, y quizás montar un negocio.
Nueva vida, si. Come todos los días. La señora es muy buena y le da todas las sobras. No escatima en la cantidad. Cuándo ya ha comido Enriqueta, si queda algo se lo da al perro. Si no hay nada, Enriqueta le prepara un buen arroz con lo que el carnicero le da. La verdad es que el perro come mejor que la familia que se quedó en el pueblo.
A pesar del frío de esta región, la muchacha no tiene por que quejarse, duerme en un cuartucho cerca del jardín. Es independiente. No como en su casa donde compartía la habitación con tres de sus hermanos. El calor que desprendían sus hermanos la protegía del frescor de la noche. Aquí se acurruca debajo de las viejas mantas que le dio la señora y sueña. Sueña que es libre como las golondrinas que surcan los azures del limbo y se adentran en el vergel índigo. Nubes de chispa destellante, hojas de aguamiel, armonías seráficas mecen sus quimeras ingenuas.
Un día renacerá. Será guapa, rica e inteligente. Vestirá como su Señorita ropa de seda, leerá libros de amor, enamorará a un joven heredero y se casará. Tendrán muchos hijos. Contratará a una ama de llaves y una campesina de su mismo pueblo cuidará de los retoños.
Una campesina de su mismo pueblo... Enriqueta percibe que la historia vuelve a girar siempre en el mismo sentido... la campesina dormirá en el cuartucho del jardín y ella al igual que la señora le dará los restos de la comida y dos viejas mantas agujereadas para combatir el frío relente de las noches...
El frío la despierta y le recuerda donde está y cual es su cometido. Servir, limpiar, obedecer por un mísero salario. Obedecer ordenes y contraordenes de la señora, del señor, de la señorita, del señoriíto. ¿ Pero ella quién es? No recuerda ya su enditad, su pasado. No sabe cuál será su futuro. ¿ Vivirá siempre aquí con esta familia? ¿ Toda su vida será una freganchina inculta?
No hay salida a la incultura, a la pobreza, a la injusticia. ¿ Dónde se ha visto que una pobre ilusa como ella, acceda a una suerte mejor? Sólo puede trabajar para comer, mandar dinero a su familia... ¿y que más? Nada más. ¿ Quién dijo que el trabajo liberaba? El trabajo embrutece, demuele y te come el cerebro y las entrañas. Te corroe de tal forma que ya no sabes quien eres. Trabajas por no morir, por que no hay otra escapatoria.
“ _ Enriqueta, ¿ estás sorda? No me oyes?”
Si, Señora, te oigo, y oigo a tu cochino dinero, a tu retorcida honra, a tu maligno poder arruinar mis pobres esperanzas. Oigo tu pasado ancestral devorar mi médula, cegar mis ojos inquietos, levantar el muro indecente del despotismo, de la dominación. La tiranía me subleva y quiero ser ejercito para aplastarte, para tirarte a la cara estas mantas apestosas y podridas que me regalaste. Quiero vomitarte a la cara las sobras de la comida que me diste para taparme la boca, para que no me quejara, para que clamara lo generosa que eres. Tu poder me avasalla. Me esclavizas y me tiranizas. ¿Que soy para ti? ¿Una objeto, un animal? Recuerda que soy la Enriqueta, la que hace funcionar tu maldita casa, la que está perdiendo su fuerza y su juventud, fregando tus suelos.
“- Enriqueta si no acudes te despido...
_Que me perdone la Señora estaba...
-Enriqueta, estoy harta de ti, me sacas de quicio con tus ñoñerias
-Si Señora. La Señora tiene razón. Que me disculpe la Señora.”
Enriqueta inclina la cabeza, cierra sus ojos vacíos y suspira.
El circulo sigue enredándose. Ni el principio ni el final existen. Es un cerco hacia el vacío, hacia la decadencia de la personalización.
Harmonie
7.24.2015
Caóticos versos desencajados. ed ADIH. en venta en todas las librerias
La ciudad
Las adormideras sofocadas y sangrantes de la sinrazón
fenecen en la tierra henchida de odio y de dolor
de un pueblo infausto que ha envilecido la cordura.
Las semillas sojuzgadas en las tierras agrietadas
perecen en el exilio siniestro hacia la nada,
de miles de hombres y mujeres inocentes.
Los estallidos azabaches, teñidos de sangre carmesí
se funden en el cielo y el mar de la ciudad de luz.
Los blasfemas y perjurios tiránicos acorralan el malecón,
escupiendo su déspota supremacía pestilente
sobre la indefensa y mortificada ralea proscrita.
Los barcos fantasmas se desencaminan en la el mar de la ignominia
mientras las confusas amapolas desvanecidas languidecen
en la negritud de las aguas perversas y embusteras.
Los navíos de la esperanza hacia una tierra de paz y esperanza
surcan las marejadas glaucas del exilio ilegítimo.
La ciudad, apagada y taciturna, ciega sus umbríos fanales
y se doblega quebrantada a la amargada paz perdida.
¿PAZ?
Dicen que estamos en una época de Paz...
Será la paz troncada, la paz sangrienta,
de las silentes víctimas inocentes,
de los niños amputados por las minas personales,
de las madres en carne viva meciendo a sus hijos cadáveres,
de los padres que luchan contra ejércitos de otros progenitores,
de los políticos equivocados que invocan la concordia
para que miles de hombres inocentes e honrados
viertan su sangre tiznada por los ideales crematísticos
de los que se llenan los bolsillos a costa de la vida,
de la muerte de mujeres, hombres y niños.
Ignoro lo que es la paz universal, la armonía global,
la justicia ecuánime de los hombres que nos dirigen
y tienen que salvaguardar el único bien del mundo : la Paz...
Sólo se platica de mísiles inteligentes,
de maquinarias destructivas, de armas químicas,
de bombardeos, de terrorismo, de niños mutilados,
de armas soviéticas, de estrategias americanas,
de soldados europeos, del peligro amarillo,
de la represión, de la muerte, de los padres
que lloran sobre los despojos de un hijo
que creyó ver el vuelo quebrado de la paloma.
Algunos poemas para pasar la tarde
.
Y ME DESNUDO LENTAMENTE
Y me desnudo lentamente delante del espejo traidor.
Mis piernas
engalanadas de sinuosas varices añiles
y de nubecitas foscas
sostienen un raudal de carnes grasientas,
que luchan año tras año contra el sobrepeso,
los dolores, los regímenes milagrosos
y los consejos de los médicos.
Mi cuerpo asqueado
por las dietas nacidas de la quimera,
la vida sana, el deporte moderado, la vida sin humo,
aguanta las miradas
inquisitorias de la familia y de los amigos
que no entienden que una mujer que fue bella y delgada
se transforme poco a poco
en un cúmulo de carnes flácidas.i
Y me sigo desnudando lentamente
delante del espejo traidor,
y veo mi mano atrofiada
que se balancea como una tonta
a lo largo de mi cuerpo, de mi cuerpo de mujer madura,
y distingo esa barriga, que alojó tantos embarazos,
esconderse con vergüenza detrás de la otra mano
que poco le falta
para seguir el camino de su compañera.
Y miro hacia abajo y oigo a mis pies casi perfectos
lamentarse de padecimiento y poca comprensión.
¿ Nadie aliviará su dolor?
Que se fastidien,
otras partes del cuerpo sufren y no se quejan.
Y cuando me fijo hacia arriba,
11mis ojos deformados y nebulosos
me recuerdan a través de unos nimbos foscos
que la vida pasa,
pasa sin reparar en los estropicios que causa,
pasa con demasiada premura, pasa sin vuelta atrás.
Y me sigo desnudando lentamente
delante del espejo traidor,
y percibo que lo único que me queda son mis neuronas,
más valiosas que un ejército de cuerpos de top-models,
mi amor hacia todos los que me rodean
y siempre el grito de la vida y de la libertad,
albergado en mis senos cansados y flácidos.
CHANEL NÚMERO 5
Un pergamino diáfano, con reflejos de mercurio,
ciñe tu cuerpo inseguro, tambaleante y postizo.
Carmín, fuego agresivo, garras de esmalte rubí
adornan el acabado de tus indolentes manos mártires.
Un eye-liner rectilíneo enmarca
el precipicio insondable de tus dilatados
y tumefactos fanales sombríos.
Un aroma falso de Chanel número cinco
embalsama tu cuerpo
y unos tacones erizados te ayudan
a subyugar tu peregrinación traidora.
Enmascarada de mujer soberana, potente y rica
deambulas como una alma sin fuerza
por la existencia con tu padecimiento interior,
anhelando que la vida te regale
el albor de la esencia vital.
Vergüenza y miedo son el pan de cada día,
vergüenza y miedo te impiden gritar al mundo
que eres una mujer mortificada,
que eres una mujer maltratad
Quiero olvidar.
Quiero olvidar a este hombre que murió
porque no opinaba como los míos.
Quiero callar el suspiro sombrío
de estas amapolas negras
que crecieron sobre los cuerpos vencidos,
estos cuerpos que yacen en el sepulcro del rencor,
y que mueren cada día un poco más
porque la misericordia tiene amnesia.
Quiero olvidar estos seres desencarnados,
estos ojos que veían la muerte,
estos labios que presentían la tortura,
estas manos que se agarraban a las alambradas
de los campos de la ignominia.
Quiero olvidar a esta mujer que tuvo la culpa
da amar al que no ganó la paz,
a este mujer que arrastra su alma atormentada
por un campo segado de amor y de cordura.
Quiero olvidar a esta mujer sin luz
que mora en la agonía de los días que fenecen.
Quiero olvidar a estos huérfanos del exilio
que vagan por el mundo sin saber a que tierra pertenecen
porque un día maté a un hermano
que no opinaba como los míos.
*Trescientas luces.*
Centelleos de primavera entre flores,
verduras, tenderos y estallidos
se disolvieron bajo las bombas y pesares.
Guiños aduladores e castos
resistiendo a la metralla homicida
se transformaron en muecas de dolor insolentes.
Noventa verdugos ennegrecidos
sobre los colores irisados y resplandecientes
con los estruendos sordos y asesinos
licuaron la sangre de los inocentes.
Trescientos albores se desvanecieron
en los relámpagos de una oscuridad tétrica
que los malditos pájaros del odio profirieron.
Trescientos candiles se apagaron
cuando las sirenas de Alicante
como desquiciadas a la muerte aullaron.
FEDERICO
Gemido de una guitarra afligida
suspiro de un abanico de seda
en la orilla de un río
orlado de olivos dolidos y mudos.
Llanto de una melodía
que se confunde con los lirios blancos
de un amanecer quebrantado.
Viento que desgarra el silencio
de una tierra ciega y estéril,
sofoca los candiles que agonizan
en los ojos vacíos del calvario.
Pueblo que sofoca en su crepúsculo,
que se aferra a sus rejas, a sus faroles
y teme el puñal insidioso
de la muerte que cala la aldea, roza los olivares.
Cuchillos taciturnos de plata blanca,
de sangre negra en el pecho del gitano.
Grito ahogado de las azaleas,
sombras negras de las viudas,
cuevas blancas y frías
que despiertan su luto al alba.
Saetas, muerte, azahar, Andalucía.
CANCIÓN DE LA ESPOSA DEL SOLDADO
En nuestra tierra ahogada de sangre y odio,
en los surcos recónditos de nuestras vidas dolidas,
busco la caricia de tus labios, la sonrisa de tu mirada,
persigo la suavidad de tu cuerpo amante y amado.
En nuestra tierra que llenaste de simiente
me tumbo y lloro por no oír los estallidos de la contienda,
por no ver los desgarros sangrientos de la triste noche,
por no oler los efluvios pestíferos de la muerte.
En nuestra tierra que vio como concebimos a nuestro hijo
dejo caer las lágrimas punzantes de la desesperanza,
rasco con mis uñas rotas la tierra que encubre las semillas,
ensucio mis manos con el lodo inmundo de la guerra.
En nuestra tierra envenenada por el odio,
yo, la esposa del soldado, espero tu retorno
espero que veas nacer el fruto de mis entrañas
espero que regales la paz a nuestro hijo.
¿PAZ?
Dicen que estamos en una época de Paz...
Será la paz troncada, la paz sangrienta,
de las silentes víctimas inocentes,
de los niños amputados por las minas personales,
de las madres en carne viva meciendo a sus hijos cadáveres,
de los padres que luchan contra ejércitos de otros progenitores,
de los políticos equivocados que invocan la concordia
para que miles de hombres inocentes e honrados
viertan su sangre tiznada por los ideales crematísticos
de los que se llenan los bolsillos a costa de la vida,
de la muerte de mujeres, hombres y niños.
Ignoro lo que es la paz universal, la armonía global,
la justicia ecuánime de los hombres que nos dirigen
y tienen que salvaguardar el único bien del mundo : la Paz...
Sólo se platica de mísiles inteligentes,
de maquinarias destructivas, de armas químicas,
de bombardeos, de terrorismo, de niños mutilados,
de armas soviéticas, de estrategias americanas,
de soldados europeos, del peligro amarillo,
de la represión, de la muerte, de los padres
que lloran sobre los despojos de un hijo
que creyó ver el vuelo quebrado de la paloma.
Mala ginebra
Tres lingotazos de mala ginebra
y el sueño punzante de cristales rotos
se solidifica en mis neuronas azabaches.
Entre dos caladas de un porro barato
reapareces silente como el grito de la noche,
destellante como la luna en el fondo de un pozo.
Unas pastillas más: unas blancas y otras azules,
para que vagabundees sobre la línea retorcida
del taciturno y callado horizonte dudoso
y te carcajees muda como una zorra
de la desdentada vieja vestida de quebranto
que impúdica roba mi alma hastiada.
Idilio ilícito ( inédito)
Idilio ilícito con el poder adverso,
coqueteo con el político omnipotente
para vengarse de la amarga traición
y castigar al sultán obsoleto.
Agrio despertar del día áspero
que esparce ceniza decadente
y nutre a una ávida población
envenenada y cegada por el embustero.
Colores sin eje.(inédito)
La luna lúbrica se licua en verde
el sol angelical se torna en blanquiazul
el cielo de fuego en hielo amarillo
y la lluvia translucida vira al negro.
Los colores que ya no tienen eje ni meta
se pierden debajo del sonrosado tul
del albino bailarín africano indocumentado
cuando aúlla la desvergonzada sirena del rio seco.
Harmonir
Y ME DESNUDO LENTAMENTE
Y me desnudo lentamente delante del espejo traidor.
Mis piernas
engalanadas de sinuosas varices añiles
y de nubecitas foscas
sostienen un raudal de carnes grasientas,
que luchan año tras año contra el sobrepeso,
los dolores, los regímenes milagrosos
y los consejos de los médicos.
Mi cuerpo asqueado
por las dietas nacidas de la quimera,
la vida sana, el deporte moderado, la vida sin humo,
aguanta las miradas
inquisitorias de la familia y de los amigos
que no entienden que una mujer que fue bella y delgada
se transforme poco a poco
en un cúmulo de carnes flácidas.i
Y me sigo desnudando lentamente
delante del espejo traidor,
y veo mi mano atrofiada
que se balancea como una tonta
a lo largo de mi cuerpo, de mi cuerpo de mujer madura,
y distingo esa barriga, que alojó tantos embarazos,
esconderse con vergüenza detrás de la otra mano
que poco le falta
para seguir el camino de su compañera.
Y miro hacia abajo y oigo a mis pies casi perfectos
lamentarse de padecimiento y poca comprensión.
¿ Nadie aliviará su dolor?
Que se fastidien,
otras partes del cuerpo sufren y no se quejan.
Y cuando me fijo hacia arriba,
11mis ojos deformados y nebulosos
me recuerdan a través de unos nimbos foscos
que la vida pasa,
pasa sin reparar en los estropicios que causa,
pasa con demasiada premura, pasa sin vuelta atrás.
Y me sigo desnudando lentamente
delante del espejo traidor,
y percibo que lo único que me queda son mis neuronas,
más valiosas que un ejército de cuerpos de top-models,
mi amor hacia todos los que me rodean
y siempre el grito de la vida y de la libertad,
albergado en mis senos cansados y flácidos.
CHANEL NÚMERO 5
Un pergamino diáfano, con reflejos de mercurio,
ciñe tu cuerpo inseguro, tambaleante y postizo.
Carmín, fuego agresivo, garras de esmalte rubí
adornan el acabado de tus indolentes manos mártires.
Un eye-liner rectilíneo enmarca
el precipicio insondable de tus dilatados
y tumefactos fanales sombríos.
Un aroma falso de Chanel número cinco
embalsama tu cuerpo
y unos tacones erizados te ayudan
a subyugar tu peregrinación traidora.
Enmascarada de mujer soberana, potente y rica
deambulas como una alma sin fuerza
por la existencia con tu padecimiento interior,
anhelando que la vida te regale
el albor de la esencia vital.
Vergüenza y miedo son el pan de cada día,
vergüenza y miedo te impiden gritar al mundo
que eres una mujer mortificada,
que eres una mujer maltratad
Quiero olvidar.
Quiero olvidar a este hombre que murió
porque no opinaba como los míos.
Quiero callar el suspiro sombrío
de estas amapolas negras
que crecieron sobre los cuerpos vencidos,
estos cuerpos que yacen en el sepulcro del rencor,
y que mueren cada día un poco más
porque la misericordia tiene amnesia.
Quiero olvidar estos seres desencarnados,
estos ojos que veían la muerte,
estos labios que presentían la tortura,
estas manos que se agarraban a las alambradas
de los campos de la ignominia.
Quiero olvidar a esta mujer que tuvo la culpa
da amar al que no ganó la paz,
a este mujer que arrastra su alma atormentada
por un campo segado de amor y de cordura.
Quiero olvidar a esta mujer sin luz
que mora en la agonía de los días que fenecen.
Quiero olvidar a estos huérfanos del exilio
que vagan por el mundo sin saber a que tierra pertenecen
porque un día maté a un hermano
que no opinaba como los míos.
*Trescientas luces.*
Centelleos de primavera entre flores,
verduras, tenderos y estallidos
se disolvieron bajo las bombas y pesares.
Guiños aduladores e castos
resistiendo a la metralla homicida
se transformaron en muecas de dolor insolentes.
Noventa verdugos ennegrecidos
sobre los colores irisados y resplandecientes
con los estruendos sordos y asesinos
licuaron la sangre de los inocentes.
Trescientos albores se desvanecieron
en los relámpagos de una oscuridad tétrica
que los malditos pájaros del odio profirieron.
Trescientos candiles se apagaron
cuando las sirenas de Alicante
como desquiciadas a la muerte aullaron.
FEDERICO
Gemido de una guitarra afligida
suspiro de un abanico de seda
en la orilla de un río
orlado de olivos dolidos y mudos.
Llanto de una melodía
que se confunde con los lirios blancos
de un amanecer quebrantado.
Viento que desgarra el silencio
de una tierra ciega y estéril,
sofoca los candiles que agonizan
en los ojos vacíos del calvario.
Pueblo que sofoca en su crepúsculo,
que se aferra a sus rejas, a sus faroles
y teme el puñal insidioso
de la muerte que cala la aldea, roza los olivares.
Cuchillos taciturnos de plata blanca,
de sangre negra en el pecho del gitano.
Grito ahogado de las azaleas,
sombras negras de las viudas,
cuevas blancas y frías
que despiertan su luto al alba.
Saetas, muerte, azahar, Andalucía.
CANCIÓN DE LA ESPOSA DEL SOLDADO
En nuestra tierra ahogada de sangre y odio,
en los surcos recónditos de nuestras vidas dolidas,
busco la caricia de tus labios, la sonrisa de tu mirada,
persigo la suavidad de tu cuerpo amante y amado.
En nuestra tierra que llenaste de simiente
me tumbo y lloro por no oír los estallidos de la contienda,
por no ver los desgarros sangrientos de la triste noche,
por no oler los efluvios pestíferos de la muerte.
En nuestra tierra que vio como concebimos a nuestro hijo
dejo caer las lágrimas punzantes de la desesperanza,
rasco con mis uñas rotas la tierra que encubre las semillas,
ensucio mis manos con el lodo inmundo de la guerra.
En nuestra tierra envenenada por el odio,
yo, la esposa del soldado, espero tu retorno
espero que veas nacer el fruto de mis entrañas
espero que regales la paz a nuestro hijo.
¿PAZ?
Dicen que estamos en una época de Paz...
Será la paz troncada, la paz sangrienta,
de las silentes víctimas inocentes,
de los niños amputados por las minas personales,
de las madres en carne viva meciendo a sus hijos cadáveres,
de los padres que luchan contra ejércitos de otros progenitores,
de los políticos equivocados que invocan la concordia
para que miles de hombres inocentes e honrados
viertan su sangre tiznada por los ideales crematísticos
de los que se llenan los bolsillos a costa de la vida,
de la muerte de mujeres, hombres y niños.
Ignoro lo que es la paz universal, la armonía global,
la justicia ecuánime de los hombres que nos dirigen
y tienen que salvaguardar el único bien del mundo : la Paz...
Sólo se platica de mísiles inteligentes,
de maquinarias destructivas, de armas químicas,
de bombardeos, de terrorismo, de niños mutilados,
de armas soviéticas, de estrategias americanas,
de soldados europeos, del peligro amarillo,
de la represión, de la muerte, de los padres
que lloran sobre los despojos de un hijo
que creyó ver el vuelo quebrado de la paloma.
Mala ginebra
Tres lingotazos de mala ginebra
y el sueño punzante de cristales rotos
se solidifica en mis neuronas azabaches.
Entre dos caladas de un porro barato
reapareces silente como el grito de la noche,
destellante como la luna en el fondo de un pozo.
Unas pastillas más: unas blancas y otras azules,
para que vagabundees sobre la línea retorcida
del taciturno y callado horizonte dudoso
y te carcajees muda como una zorra
de la desdentada vieja vestida de quebranto
que impúdica roba mi alma hastiada.
Idilio ilícito ( inédito)
Idilio ilícito con el poder adverso,
coqueteo con el político omnipotente
para vengarse de la amarga traición
y castigar al sultán obsoleto.
Agrio despertar del día áspero
que esparce ceniza decadente
y nutre a una ávida población
envenenada y cegada por el embustero.
Colores sin eje.(inédito)
La luna lúbrica se licua en verde
el sol angelical se torna en blanquiazul
el cielo de fuego en hielo amarillo
y la lluvia translucida vira al negro.
Los colores que ya no tienen eje ni meta
se pierden debajo del sonrosado tul
del albino bailarín africano indocumentado
cuando aúlla la desvergonzada sirena del rio seco.
Harmonir
7.23.2015
Mots qui volent
Mots qui volent
Mains noires, blanches et jaunes
qui s´unissent et constellent les sillons
d´amour et d´amitié,
de semences du futur et de PAIX.
Regards étincelants d´espoir
qui fertilisent la terre généreuse
de certitude, de fraternité, de promesse
de roses et d´orchidées.
Enfants nés de l´arc-en-ciel et de la rosée
qui jouent et rient dans la tour de Babel
en chantant des chansons de toutes les couleurs,
bercés par de fraternelles espérances...
Une colombe vole sur leur tête innocente
et inonde leurs lèvres
de la candeur du miel doré
que le soleil a réchauffé.
Une douce pluie d´amour
abreuve les semences de l’harmonie
et la culture de la pluralité et de la bonté
éclot à travers les mots de l´innocence.
Des mots qui volent plus haut que les oiseaux
pour que le printemps et la liberté
germent dans un monde sans frontières,
sans armes, sans baïonnettes.
Des mots que j´arrose et je partage
avec mes frères et sœurs de tous les pays
pour tracer, le chemin de l´union,
le chemin de l´alliance, le chemin de la paix.
Les mots s´éveillent, les mots ont des ailes
et voyagent sur des nuages de coton.
Enfant de la prairie, enfant de la ville, enfant du désert,
attrape-les, aime-les, partage-les.
Harmonie Botella.
Pour le second festival international de la poésie à Paris. Poètes à Paris 2008
7.20.2015
ROSTRO SURCADO
Rostro surcado
Rostro surcado por la vida y el dolor,
ojos perdidos en un infinito de libertad y de gloria,
el viejo camina por la senda del fenecimiento,
acarreando sobre sus espaldas quebrantadas
el hediento dolor de la derrota antigua.
El peso de la desdicha, el quebranto de los anhelos,
el naufragio de la libertad, arrastra con un paso afligido.
Rostro surcado por la vida y el dolor,
el anciano llora detrás de la puerta de la vida.
Harmonie Botella
7.14.2015
TRAIDOR, VIOLADOR
Sobre el manto esmeralda de la pradera ondulada, los reflejos del sol pulen y bruñen las colinas que se confunden con el horizonte sin limite. Horizonte que se pierde en los tonos añiles de un cielo perdido en las reminiscencias.
Cada verano, cuando vuelvo a mis orígenes, cuando reintegro en el clan familiar con mi mujer y mis hijas, pierdo los anclajes de mi niñez. Los recuerdos se desmoronan, el pasado se derrumba detrás de la cortina mustia de una ansiedad indefinida.
En este vergel traidor me sumerjo en unos lapsos de amargura biliosa. No sé que atormenta tanto mi alma. Amo a mi mujer, a mis hijas, y temo reencontrarme conmigo mismo. No percibo lo que daña mi esencia, mi felicidad.
Y miro el horizonte, y miro la pradera verdosa, y miro la casa de mis padres... y se encoge de dolor mi corazón. ¿ Qué esconde esta casa? ¿Qué ocultan estos viejos muros de piedras ancestrales?. Mi mente se niega a seguir hurgando en el pasado. Ahí se oculta el cuchillo perverso que raja mis entrañas. No debo mirar hacia atrás y perderme en unas fantasmas que me demuelen.
Y recuerdo a mi madre abrazándome, meciéndome en sus brazos delicados, canturreándome una nana. Resucito a mi madre reconfortándome con el calor de sus besos.
Y de mi padre, nada. Y tuve padre. Un padre alto, fuerte. Un padre que olía a bosques y a ríos. Y no quiero saber nada ya de mi padre. Mi padre es el traidor.
Traidor. Traidor. ¿ Qué hizo mi padre? Me dañó. Me humilló, me avasalló. ¿Pero que hizo exactamente? No logro recordar. Un manto ennegrecido desfigura las evocaciones atormentadas de mi infancia. Navajas afiladas danzan al son de una música maldita. Demonios de otros tiempos brotan del baúl de los recuerdos.
Este retorno a la casa familiar me perturba todos los años sin que consiga saber él porque. Esta vez lo descubriré y venceré las maléficas incertidumbres.
En el desván, mi madre guardó los recuerdos de mi niñez: fotos, juguetes, dibujos... Ahí estará el endemoniado nomo del bosque que tanto me hizo sufrir.
Repaso una a una las fotos de mi padre, con su hacha o su azada, fuerte, inmenso, frente a un paisaje somnoliento. Mis dibujos son todos iguales, un niño diminuto perdido en el bosque, perseguido por un gigante, un gigante con hacha o azada. El último dibujo me impacta: el gigante ha atrapado al vástago y lo ha tirado al suelo. Su azada y su hacha son dos serpientes que penetran al niño.
Y llegan a mis oídos las palabras sofocadas de un niño hundido en el dolor y la humillación: “Papa, papa no me hagas daño otra vez. Papa no me metas más la serpiente en el cuerpo".
Traidor, violador.
Harmonie
7.11.2015
Quimeras de oriente
Quimeras de Oriente,
incienso, sándalo y bálsamo,
perfumes envasados en plata y oro
embriagan los sentidos y las razones.
Ungüentos de ámbar y azahar se introducen
por los poros de la esencia de la humanidad.
Los sentidos desquiciados por las fragancias,
aturdidos buscan las mareas libidinosas
que les conducirán hacia las tierras prohibidas.
Harmonie
7.08.2015
FEDERICO
FEDERICO
Gemido de una guitarra afligida
suspiro de un abanico de seda
en la orilla de un río
orlado de olivos dolidos y mudos.
Llanto de una melodía
que se confunde con los lirios blancos
de un amanecer quebrantado.
Viento que desgarra el silencio
de una tierra ciega y estéril,
sofoca los candiles que agonizan
en los ojos vacíos del calvario.
Pueblo que sofoca en su crepúsculo,
que se aferra a sus rejas, a sus faroles
y teme el puñal insidioso
de la muerte que cala la aldea, roza los olivares.
Cuchillos taciturnos de plata blanca,
de sangre negra en el pecho del gitano.
Grito ahogado de las azaleas,
sombras negras de las viudas,
cuevas blancas y frías
que despiertan su luto al alba.
Saetas, muerte, azahar, Andalucía.
Harmonie
ESPEJO
Espejo
En el precipicio del espejo de las reminiscencias
aúlla el recuerdo ardiente de la pasión sofocada.
Tumulto y bullicio incandescentes abrasan los sentidos,
lamen las pieles, incendian los cuerpos.
En el precipicio del espejo de las reminiscencias
danzan las llamas perennes del ardor sepultado.
Fuego, resplandor y calor se licuan en el antagonismo,
anhelando traspasar la luna reflectante de la memoria.
En el precipicio del espejo de las reminiscencias
la conciencia se desvanece detrás del vaho blanquecino
de las brasas perturbadoras y díscolas
que se consumen en despertar la pasión oculta.
Harmonie
7.01.2015
CAPERUCITA
CAPERUCITA
El sol quemaba. Los cuerpos se derretían. El estar a remojo todo el día en la piscina o en la playa era la única solución para no morir de calor. La vida avanzaba con dificultad. Cualquier gesto, cualquier movimiento era agotador.
Sonó el teléfono y Caperucita (así la llamaban todos por su afán en llevar gorras deportivas) descolgó. Era otra vez la pesada de su abuela. Siempre le faltaba algo y a Caperucita le tocaba desplazarse para llevarle el pan, el agua o la leche a la otra punta de Campello. Lo hacía con desgana y por obligación. Si no hacía estos recaditos sus padres la castigaban. No podía ver la tele ni jugar con la Play-Station.
La abuela era muy rica pero le encantaba comprar todas las nuevas ofertas del supermercado. Si el arroz bajaba tres pesetas, ella compraba varios kilos. Ese día el supermercado ofrecía la miel y las galletas a unos precios bajísimos, pero como hacía tanto calor en la calle y el aire acondicionado funcionaba de maravilla en su chalet, la abuelita no tenía ganas de salir. Le dijo a su nieta que le trajera cuatro kilos de galletas y quince tarros de miel.
Caperucita estaba muy disgustada. Como sus padres trabajaban, no tenía ningún modo de locomoción para transportar tantas compras. A lo mejor alguna vecina podría acercarla a casa de la abuelita. Pero en el supermercado no vio a ninguna conocida que pudiese ayudarle.
Estuvo un buen rato pensando como podría hacer para llevar tanto peso cuando de repente apareció Miguel, el chico más guapo de su urbanización. Todas se morían de envidia por subirse en su coche y dar una vuelta. Y todas tenían prohibido por sus padres mantener cualquier tipo de relación con él. Los padres chismorreaban que algo sucio llevaba entre manos ese chico, mejor dicho ese hombre, para llevar un tren de vida tan elevado y estar en el paro. Entraba y salía mucha gente de su bungalow, tanto de día como de noche.
El deslumbrante Miguel se acercó y le preguntó dónde iba con su carrito de la compra. Caperucita no supo que contestarle. Se quedó atontada mirando sus ojos, sus dientes, su pelo, sus manos... Miguel podría ser el hombre de su vida si sus padres no fuesen tan quisquillosos a la hora de juzgar las relaciones de Caperucita.
Miguel propuso a la jovencita llevar la compra donde ella quisiera. Podría decirle a la abuela que era el repartidor de la tienda y nadie se enteraría del favor que él le hacía. A cambio, le propuso llevarla al cine un poco más tarde, sin que sus padres ni el vecindario lo supiesen. Caperucita dio a Miguel la dirección de la abuela y se fue corriendo a darse un chapuzón en la piscina de la urbanización...
Cuando Miguel llegó al chalet de la abuela, abrió la puerta principal con su pase. Sigilosamente se fue hasta el salón, sacó el spray que tenía en el bolsillo lo dirigió hacia la abuela y la dejó dormida. Entró la compra en el zaguán y se fue directo a la habitación de la vieja donde seguramente guardaba el dinero y las joyas. El dinero fue muy fácil de encontrar: estaba escondido debajo de un pila de sábanas. Medio millón de pesetas, no estaba mal. Para las joyas lo tuvo más complicadito. No había ningún joyero a la vista. ¿Dónde guardaría esta mujer sus tesoros? Estuvo buscando durante más de media hora y no encontró nada. Volvió a echar un poco más de spray a la abuelita cuando se le ocurrió dar una mirada en la cocina. Registró la nevera, el horno, el lavavajillas, y por fin echó un vistazo al armario del cubo de la basura. Ahí estaba el joyero, envuelto en un vulgar trozo de papel albal, arrinconado detrás de la lejía y del amoníaco.
Otro soplo de spray a la abuelita. Cerró la puerta y se fue directo a la urbanización. Cuando bajó del coche vio a Caperucita regresar de la piscina y le comentó que tendría que ir a casa de la abuela y guardarle las compras para que nadie pudiera sospechar lo que fuese.
Caperucita cogió su moto y en diez minutos estuvo en casa de la anciana. Abrió la puerta, guardó la compra. Cuando entró en el salón vio que la viejecita estaba durmiendo con el televisor encendido. Le dejó una nota encima de la mesa del salón explicándole que no se había atrevido a despertarla y que las galletas y la miel ya estaban guardadas en la despensa.
Volvió a casa antes de que regresaran sus padres. Se tumbó en el sofá, agarró el mando a distancia del televisor y estuvo haciendo zapping durante una hora. Luego se puso una minifalda. Se pintó, se perfumó. Cuando llegaron sus padres les dijo que se marchaba a casa de Ana para ver un vídeo. Salió de la urbanización tranquilamente y anduvo hasta el final de la calle dónde le esperaba el bello Miguel, en un coche distinto al que llevaba siempre para no llamar la atención.
Caperucita le preguntó qué película iban a ver y Miguel se rió. Le contestó que en vez de ir al cine irían a casa de unos amigos que celebraban una fiesta.
Eso sí que era una fiesta y no lo que solían organizar ella y sus amigas. Música, comida, bebida. Caperucita bailó y bebió como una desenfrenada. Bebió unas mezclas impresionantes acompañadas de una pastilla “para que no le sentara mal” dijo Miguel. De aquella noche no volvió a recordar nada.
A las cuatro de la mañana la ingresaron en un hospital por coma etílico. Salió una semana después sin saber lo que había pasado. Mientras tanto enterraron a la abuela que había sufrido un paro cardíaco. La familia de Caperucita estaba destrozada. Primero la abuela fallecía y, al día siguiente, se enteraban que su hijita había mezclado éxtasis y alcohol. ¿Cómo esta niña, tan reservada y tan vigilada, había podido caer en la trampa tan corriente hoy día?
Pero la historia no se acaba tan sencillamente. Al mes, Caperucita se percató de que estaba embarazada y no sabía que el retoño era fruto de Miguel, el magnífico, el asesino impune de su abuela. Pidió permiso a sus padres para pasar quince días en Valencia en casa de unas amigas que compartían piso. En aquella gran ciudad donde nadie, o casi nadie la conocía, abortó en un centro especializado.
Cuando volvió a Campello, sus padres la recibieron con gran alegría, a pesar de la preocupación que tuvieron al dejarla acudir a casa de esas amigas. Caperucita tenía un pequeño aire triste pero parecía ya que fuera toda una mujer. Cuando llegaron a la urbanización su corazón se estremeció: ¿Y Miguel?
Sin formular su pregunta le llegó la respuesta. El vecino indeseable se había mudado a otra ciudad por cambio de negocios.
Dos lágrimas se deslizaron por las mejillas de Caperucita. Su primer amor había desaparecido...
Harmonie Botella. Otros Caminos, ed Ecu
Cuento absurdo a la luz de la luna
Cuento absurdo a la luz de la luna.
Se vivió durante una era indefinida la quimera casi efectiva de la transformación del mundo a escala de micro cosmos.
Era si recuerdo bien en otra época, a cien años luz bajando por el túnel del tiempo, en otra esfera, remontando por la vía Láctea.
Hombres, mujeres jóvenes, agricultores, comerciantes, abogados, jubilados, parados, médicos, padres y madres coincidieron en una lejanía refulgente de colores y matices, de impolutas expectativas.
Blancanieves, Caperucita, Cenicientas, Peter Pan, el Sastrecillo Valiente, los tres cerditos y otros compañeros salieron de las páginas áureas y polvorientas de los cuentos de antaño para compartir la dicha nueva y concurrir en la cimentación de una orbe solidaria, sostenible e equitativa.
Los tres cerditos expusieron como construir lindas casas perennes, económicas, accesibles para los que no tenían medios económicos y sobre todo que dichas edificaciones no rompieran con la estética de la aldea ni con su sistema ecológico. Anacrónicamente algunos dioses de la mitología concertaron con los tres cerditos la forma más racional de evitar los despilfarros de agua, no dañar el medio ambiente y conservar los tesoros de la naturaleza tan enfermiza ya.
Atenea amparó a los que quisieron favorecer la educación, arte y cultura de la aldehuela. Se diseñaron los esbozos del saber, los esquemas de la identidad, los bocetos de una erudición hacia la libertad.
Blanca Nieves y Cenicienta a pesar de sus malas relaciones con las madrastras optaron por la creación de gabinetes sicológicos para auxiliar a las personas con problemas anímicos y servicios sociales modélicos para amparar a los más desfavorecidos. Caperucita pidió apoyo para los jóvenes: música, cine, cultura, porque claro la juventud es el futuro de nuestra sociedad y si queremos un porvenir digno hemos de cuidar a nuestros hijos.
Los aldeanos junto a los personajes y símbolos de cuentos tradicionales idearon los diseños de una curtida civilización que impulsaría una bocanada inédita de aire puro sobre los vestigios de una metrópoli decadente. Paz, justicia, seguridad ciudadana, cultura, servicios sociales, medio ambiente fueron las doctrinas de una nuevo florecimiento.
La sabiduría, la discreción y el respeto entrelazaron su aspiración que iba creciendo contra vientos y mareas. Mareas y tormentas. Tormentas y codicia.
Los que vegetaban en los tronos, las brujas y los pajes se espantaron, se escreparon y reaccionaron. ¿ Qué paranoias eran estas? ¿ El vulgo se sentía amenazado en su devenir y quería tomar las riendas del poder? ¿ Los paganos, los blasfemos e irreverentes ambicionaban unos dominios normalizados y refrendados por todos los dioses?
Ni hablar.
El trono era de unas cuantos y este tema no se podía permutar bajo ningún concepto. Ni por el bien del pueblo.
Las lenguas se desliaron y los pasquines afloraron. Las gacetillas infectaron el sentir general y la opinión pública no supo a que santo rezar. Los dioses excomulgaron a los héroes de los cuentos, a las hadas, a las princesas benevolentes y a los aldeanos apestosos.
La plebe no contestó porque pacto de silencio conformó. Los panfletos siguieron acusando a la morralla silenciosa, de corruptora putrefacta del orden público tan duramente adquirido.
Pero el vulgo silencioso que aún la sabiduría poseía, persistió en su andadura hacia la cordura. Los silentes innovadores se juraron fidelidad hasta la muerte con tal de no caer en las rancias redes corruptas del orden preestablecido.
“_Te quiero, te amo y te seré fiel. Eso era lo que decían.”
El poderío enraizado y el engaño de novísima hora fueron más briosos que todos los compromisos jurados y perjurados a la luz de la luna con la mano en el corazón. Cuando sonaron las doce campanadas Cenicienta perdió la zapatilla de cristal, Blanca Nieves comió la manzana envenenada y el lobo saboreó a Caperucita.
El cuento no acaba ahí. Los siete enanitos violaron a Blanca Nieves, Cenicienta y Caperucita y las acusaron de provocación. Demasiadas minifaldas y películas de ensayo miraban estas tres chicas en vez de marcharse de botellón. No se crean que se equivocaron de cuento. No. Sólo se confundieron de película. El día siguiente, el lobo feroz y la bruja Avería fornicando en un aquelarre terrorífico revelaron con voz de ultratumba su afición a la erótica del poder.
Y colorín colorado, el cuento se ha acabado.
Bueno puede ser que no, porque el lobo no usó preservativo y la bruja Avería olvidó la píldora del día siguiente... Las tres exdoncellas tuvieron más suerte porque los enanitos eran impotentes...
...Y la plebe precavida y sosegada aguardó de nuevo el renacimiento.
Harmonie .
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