5.28.2009

Mujeres. Poemas de Harmonie Botella


Dualidad humana de Ana Cesana




LA VIEJA


La vieja se balancea en su silla,
sonriendo a la vida,
carcajeándose de la pasión.
Canta y recanta la misma nana,
y a veces susurra palabras de amor.
Sus fanales huecos
se pierden en el ramaje bilioso
del otoño marchito.
Su mirada acaricia las últimas margaritas
y se derrama, ebria, en unos recuerdos espectrales.
Cuando el sol se esconde detrás de las farolas,
el ángel celador, de blanco vestido,
empuja la silla de ruedas de la anciana
hacia el pabellón de los enfermos de alzeimer.





MENCHU


Hilos de algodón helado sobre las mariposas de tus ojos,
perlas de lluvia azuladas rodando sobre tus mejillas,
brillo incandescente y carmesí de tus labios,
nubes doradas que envuelven tu cuello.
Eres el retrato simbólico de la mujer
que, perdida detrás del amor,
busca nueva savia para renacer.



MIRADA

El burka esconde su mirada y su alma.
Su vida sumisa se arrastra como un sollozo
y el dolor silencioso agrieta su corazón abatido.
Nadie la ve. Nadie la oye.
Es un fantasma que pasa por la calle,
huyendo como el ayer y el mañana.
Su sufrimiento no existe para los demás.
Es un alma derrotada que va muriendo hacia el infierno.



PUTA


Puta. Me llaman Puta
y nací virgen, incauta y sensible.
Mis auroras eran primaveras,
mi vida era dura pero honesta.
El hambre me expulsó de mi tierra
y llegué a un mundo llamado paraíso.
Paraíso para los demás, no para mí.
La hambruna se apoderó de mi alma
y marcó con un látigo a mis hijos indefensos.
La calle, la calle fue la única solución.

Destellos rojizos y plateados
engalanaron mi cuerpo flácido.
Mis ojos vacíos se adornaron
de tonos agresivos y hechiceros
que escondieron la amargura de mi mirada.

Soy mujer de la noche.
Mis labios incandescentes y bermejos
llaman al cliente furtivo.
Mis manos afiladas, de uñas carmesí
acarician la espalda de los transeúntes
mi yo artificial sucumbe con repulsión
al fervor asqueroso de la bestia en celo.

Cuerpo y alma lacerados, violados,
heridos y explotados.
Este es mi destino.
Destino de puta.


CHANEL NÚMERO 5

Un pergamino diáfano, con reflejos de mercurio,
ciñe tu cuerpo inseguro, tambaleante y postizo.
Carmín, fuego agresivo, garras de esmalte rubí
adornan el acabado de tus indolentes manos mártires.
Un eye-liner rectilíneo enmarca
el precipicio insondable de tus dilatados
y tumefactos fanales sombríos.
Un aroma falso de Chanel número cinco
embalsama tu cuerpo
y unos tacones erizados te ayudan
a subyugar tu peregrinación traidora.
Enmascarada de mujer soberana, potente y rica
deambulas como una alma sin fuerza
por la existencia con tu padecimiento interior,
anhelando que la vida te regale
el albor de la esencia vital.
Vergüenza y miedo son el pan de cada día,
vergüenza y miedo te impiden gritar al mundo
que eres una mujer mortificada,
que eres una mujer maltratada.



CENICIENTA

Cenicienta grisácea
que llora cerca de la lumbre ahogada,
recuerda el ayer sofocado,
evoca las palabras y los gestos del cariño,
rememora las cálidas sonrisas de la pasión,
las miradas incandescentes,
la fogosidad de ese amor pasado.
El amor, al igual que tú,
tiene arrugas en el rostro y en el corazón,
le duelen las piernas, las manos, el alma y la vida,
no distingue en este almanaque amarillento
el hoy del ayer,
el ayer del mañana,
sus días están hechos de momentos huecos y deslucidos,
de frases sin sentido,
de vocablos que se repiten para rellenar el vacío.
Amor, amor...
¿Cuándo se desvaneció el amor?
¿Cuándo se extraviaron las caricias?
Cenicienta ya no recuerda.
Se pierde en ese pasado reciente,
se revuelve afligida
en la materia opaca de la indiferencia,
en el lodo gris de la indolencia,
en el barro pardo de la desgana.
El espejo mágico
refleja el rostro pálido de la princesa para recordarle
que ya no tiene veinte años,
y que nacieron las primeras canas,
que los sueños hechiceros tienen un fin,
que los príncipes se cansan de las bellas damas,
de sus ideales, y de su conversación,
que hoy sus miradas mudas y desiertas
se extinguen en la pantalla de un televisor,
en un vaso de whisky barato
o en la carrocería de un Laguna último modelo
y que el amor fue sólo un espejismo
que duró el tiempo de un cuento de hadas.
Cenicienta, ya no eres princesa...
No te duermas, despierta. Ya no eres princesa...
Pero puedes ser reina. Despierta...
La corona te espera.



RESPUESTA A MIGUEL


En nuestra tierra ahogada de sangre y odio,
en los surcos recónditos de nuestras vidas dolidas,
busco la caricia de tus labios, la sonrisa de tu mirada,
persigo la suavidad de tu cuerpo amante y amado.

En nuestra tierra que llenaste de simiente
me tumbo y lloro por no oír
los estallidos de la contienda,
por no ver los desgarros sangrientos de la triste noche,
por no oler los efluvios pestíferos de la muerte.

En nuestra tierra
que vio como concebimos a nuestro hijo
dejo caer las lágrimas punzantes de la desesperanza,
rasco con mis uñas rotas
la tierra que encubre las semillas,
ensucio mis manos con el lodo inmundo de la guerra.

En nuestra tierra envenenada por el odio,
yo, la esposa del soldado, espero tu retorno
espero que veas nacer el fruto de mis entrañas,
espero que regales la paz a nuestro hijo.



Y ME DESNUDO LENTAMENTE

Y me desnudo lentamente delante del espejo traidor.
Mis piernas
engalanadas de sinuosas varices añiles
y de nubecitas foscas
sostienen un raudal de carnes grasientas,
que luchan año tras año contra el sobrepeso,
los dolores, los regímenes milagrosos
y los consejos de los médicos.
Mi cuerpo asqueado
por las dietas nacidas de la quimera,
la vida sana, el deporte moderado, la vida sin humo,
aguanta las miradas
inquisitorias de la familia y de los amigos
que no entienden que una mujer que fue bella y delgada
se transforme poco a poco
en un cúmulo de carnes flácidas.
Y me sigo desnudando lentamente
delante del espejo traidor,
y veo mi mano atrofiada
que se balancea como una tonta
a lo largo de mi cuerpo, de mi cuerpo de mujer madura,
y distingo esa barriga, que alojó tantos embarazos,
esconderse con vergüenza detrás de la otra mano
que poco le falta
para seguir el camino de su compañera.
Y miro hacia abajo y oigo a mis pies casi perfectos
lamentarse de padecimiento y poca comprensión.
¿ Nadie aliviará su dolor?
Que se fastidien,
otras partes del cuerpo sufren y no se quejan.
Y cuando me fijo hacia arriba,
mis ojos deformados y nebulosos
me recuerdan a través de unos nimbos foscos
que la vida pasa,
pasa sin reparar en los estropicios que causa,
pasa con demasiada premura, pasa sin vuelta atrás.
Y me sigo desnudando lentamente
delante del espejo traidor,
y percibo que lo único que me queda son mis neuronas,
más valiosas que un ejército de cuerpos de top-models,
mi amor hacia todos los que me rodean
y siempre el grito de la vida y de la libertad,
albergado en mis senos cansados y flácidos.


Harmonie Botella Chaves.

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